Activismo, ciclicidad, Educación Menstrual, Feminismo, Psicología, Vulva

Desencarnar el dolor de ser mujer

Rechazar el dolor de ser mujer y promover el placer de vivir, una apuesta por la soberanía de todas.

En la mayor parte de los registros de la Historia, tanto en la filosofía, las religiones y las ciencias -especialmente la médica- hay incontables pruebas de la misoginia y el tabú con que hemos sido explicadas, entendidas y tratadas las mujeres. Aún hoy, nuestro cuerpo es tratado por la ciencia médica como un cuerpo que, al encarnar la otredad -la condición de no hombre-, es un cuerpo naturalmente doliente. Así, se ha considerado normal y parte de nuestra salud que todos los fenómenos exclusivos de nuestra anatomía impliquen dolor, como parir, menstruar, ovular, gestar o amamantar. Sin embargo, el dolor es un sistema que nos alerta que algo está fuera de equilibrio y podría sufrir un daño o ya lo está sufriendo; ¿qué es entonces lo que está en desequilibrio cuando hay dolor normal

He acuñado el término dolor de ser mujer para referirme a cómo, a fuerza de toda la misoginia, tabú y violencia que han sido vertidas en nuestros cuerpos a través de los siglos, hemos encarnado la otredad que nos ha sido impuesta y el dolor se ha vuelto parte de nosotras. También, he propuesto el concepto del placer de vivir como vía para reclamar el derecho a vivir en soberanía y bienestar encarnados. 

Trabajar para desencarnar el dolor de ser mujer y encarnar el placer de vivir es relevante pues el dolor de ser mujer es una de las formas más arraigadas de encarnación del tabú menstrual y funciona como una tergiversación de la función original del dolor, pues lo desequilibrado según la narrativa patriarcal es precisamente el tener un cuerpo de mujer. Además, este dolor aún hoy funge como un pilar, más o menos intacto, del sometimiento y explotación constantes e impunes de nuestros cuerpos territorios y trabajos. 

Entonces, resulta urgente que quienes dedicamos nuestro quehacer profesional a la educación, salud o activismos menstruales adoptemos una mirada crítica ante el dolor de ser mujer y tengamos la mirada puesta en un horizonte donde nuestra anatomía sea territorio de soberanía y placer.
Cualquier ejercicio de Educación, Activismo o trabajo en Salud menstrual necesita partir de la propia cuerpa y experiencia para tomar conciencia sobre cuál es y ha sido nuestra relación con el dolor de ser mujer, -ya sea que padezcamos dolor o no- para, posteriormente, llevar el análisis y la acción a nuestro quehacer profesional. 

Inicialmente, habrá que escudriñar cómo es que abordamos el dolor -ya sea físico, emocional, social o espiritual-, cómo lo hemos vivido y si lo hemos normalizado, invisibilizado y naturalizado, o si hemos podido posicionarnos críticamente ante este. Así también, es importante hacer una revisión sobre qué papel ha jugado y juega el dolor -y sobre todo su desmonte- en nuestros aprendizajes y experiencias, así como en lo que compartimos o enseñamos a otras. ¿Lo aceptamos como algo que sucede y que hay que mitigar a base de remedios o lo señalamos como indicio de un desequilibrio?. Después de todo, ¿por qué los fenómenos fisiológicos exclusivos de nuestra anatomía deberían vivirse con dolor cuando no se considera normal que el resto de los procesos naturales del cuerpo humano duelan y cuando, además, el resto de los procesos que conservan la vida de la persona o de la especie suelen ser placenteros -como defecar, orinar, tener sexo, estornudar…-?, ¿por qué nuestra anatomía debería encarnar una dolorosa excepción?, ¿por qué este dolor no enciende nuestras alarmas de autocuidado? Habrá que llevar esta reflexión y preguntas a cada uno de los contenidos y herramientas que ya conocemos como profesionales de la Salud o la Educación menstrual, para emancipar nuestras prácticas y narrativas de la mítica del dolor de ser mujer -todas esas ideas que sostienen la normalización y naturalización del dolor

Así también, habrá que trabajar activamente en la recuperación de nuestra anatomía sexual soberana como posibilitadora de la experiencia encarnada del placer de vivir. Necesitamos transversalizar en todas nuestras acciones y teorizaciones el cometido de recuperar la capacidad de sentir, expandir, oxigenar y contraer a voluntad nuestros órganos sexuales; pues gran parte del dolor de ser mujer tiene que ver con la profunda desconexión, contracción constante, desoxigenación, espasmo y espanto en el que viven nuestros órganos sexuales, especialmente nuestro útero. Y poder encarnar el placer de vivir tendrá que ver, en gran medida, con recuperar la capacidad de encuerpar nuestro útero -y órganos sexuales-, para desde ahí habitar nuestra cuerpa, nuestra tierra y nuestra vida de forma soberana.

Esta recuperación, además, necesita estar atravesada por el rechazo al dolor como algo inherente a la anatomía femenina y por el compromiso activo de abordar siempre el dolor como un indicio de desequilibrio, con acciones -del tipo que se requieran- que nos lleven a recuperar el equilibrio a corto, mediano y largo plazo, tanto personal como colectivamente. Por ejemplo, ocuparnos de incluir el asunto del dolor y su desmonte en cada uno de los temas que abordemos, ya sea la anatomía, los mapas hormonales del ciclo, los arquetipos, la alimentación durante el ciclo, por mencionar algunos. 

A modo de conclusión, propongo las siguientes ideas:

  • Rechazar el dolor de ser mujer como algo natural e inherente a nuestra anatomía y promover el placer de vivir es una apuesta por la libertad, la dignidad y  la soberanía de todas, que necesita ser llevada a cada quehacer relativo a la Salud, Activismos y Educación Menstruales. 
  • No basta con emancipar la psique, necesitamos emancipar al cuerpo para que se torne en cuerpa soberana. Solo desencarnando el dolor de ser mujer y encarnando el placer de vivir, podremos encarnar la soberanía, cuya manifestación más tangible será recuperar la sensibilidad y placer del útero -y demás órganos sexuales-. 
  • Solo teniendo una anatomía sexual relajada y distendida podremos reclamar y ejercer nuestro derecho a habitarnos, a habitar nuestra cuerpa y habitar el mundo. Podremos recuperar lo que siempre debimos tener, porque nunca fuimos las otras, somos nosotras, merecedoras de existir placentera y soberanamente, libres de todo dolor impuesto. 

Ana Raquel González del Río

Revolución Menstrual- Soberania.

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